Una de las cosas que más saca de quicio a una madre es repetir las cosas mil veces a sus hijos.
Pedirle una cosa a un niño, y que no obedezca.
O que rompa una norma o haga algo que tú sabes que él sabe que no está permitido, y lo haga igualmente, y además, mirándote.
Es normal. Da rabia. Te hace sentir fuera de control y, a veces, como una provocación.
Y en muchos casos, acabamos recurriendo a premios o castigos para asegurarnos un poco más de que un hijo hace lo que le pedimos.
(Tengo pendiente escribir ese artículo sobre premios y castigos… llegará pronto. Prometido)
Hay muchas razones por las que un niño no obedece, o deja de seguir ciertas normas.
Conocerlas no va a hacer que obedezca, pero sí puede reducir tu nivel de tensión y ayudarte a entender que no tiene nada que ver con hacer las cosas bien o mal…
y sobre todo te va a ayudar a empatizar con tu hijo o tu hija.
Porque empatizando y descubriendo qué es lo que hace que no siga tus directrices, va a hacer que encuentres una forma más tranquila de ayudarle, sabiendo que no hay maldad en lo que hace o deja de hacer, sino una necesidad por cubrir.
Te explico. Tu hijo no lo sabe, pero antes que tú y que cualquier adulto o niño, están unas guías de desarrollo orgánico escritas en su ADN.
Digamos que el organismo de un niño sabe lo que necesita para sobrevivir en cada momento, y lo traduce en impulsos instintivos.
Uno de los más comunes y obvios es alimentarse.
Pero hay otros más sutiles pero igual de poderosos, como la necesidad de sentirse amado, la autoestima, la autonomía, la autoafirmación y la aceptación social.
Siempre que un niño no cumple una norma o no obedece una petición, hay una necesidad vital interna por satisfacer.
Ya ves…
No tiene nada que ver con faltar al respeto.
Además, cuando un niño tiene todas estas necesidades cubiertas, le es más fácil llegar a entenderte a ti, empatizar contigo y molestarse en obedecerte.
Porque te quiere con locura, y entiende que quieres cuidarle.
Pero claro, la primera en dar siempre eres tú.
La primera en empatizar, la primera en entender, y la primera en observar.
Porque un niño aún no puede… o puede a medias.
En fin…
Entendido esto, vamos al lío. ¿Por qué un niño desobedece o rompe normas?
O porque se ha olvidado, a veces también les pasa a muchos adultos. ¿Nunca te has metido por error en una calle de dirección prohibida?
También pasa si le decimos a un niño que cumpla una lista de cosas que le decimos en poco tiempo, y esperamos que se acuerde de todas.
O esperamos que cumpla ciertas normas de convivencia que para nosotros, los adultos, son obvias, pero para ellos no, y nadie se las ha explicado.
A veces no pueden contenerse. La razón está directamente relacionada con las necesidades vitales de las que te hablaba algo más arriba en este artículo.
Te pongo un ejemplo, bastante común, por cierto.
Si un niño no tiene cumplidas sus necesidades básicas de desarrollo físico, no ha tenido oportunidad de correr, saltar, tirarse, arrastrarse, colgarse, cansarse, presionar, soltar, golpear, etc… Tendrá que satisfacer esas necesidades en un lugar poco adecuado, probablemente en el salón de tu casa, saltando sobre el sofá o golpeando su pelota, aún sabiendo que no está permitido.
Esta falta de contención también está relacionada con una posible tensión emocional.
Si un niño está inquieto por algo, o siente que algo va mal, o ha vivido una situación tensa, o sufre castigos de forma habitual, por ejemplo, su nivel de tensión aumenta.
Y con un nivel de tensión alto, y una baja gestión emocional (cosa absolutamente normal en niños, que aún están aprendiendo), se traduce en poca tolerancia a peticiones, órdenes o normas.
Se ve a menudo en épocas de transición, sobre todo. Voy a mencionar la adolescencia, la más obvia, pero hay más antes de llegar a esa.
Igualmente, la necesidad de autoafirmación no es exclusiva de estas transiciones.
Decirle “no” a un adulto supone que yo no soy esa persona, que soy otra, que puedo sentirme a mí mismo eligiendo algo distinto de lo que el otro quiera.
Es algo importante.
Normalmente, en estos casos suele interpretarse la desobediencia o la transgresión de la norma como una falta de respeto o una provocación. No suele serlo. Simplemente buscan conocerse y elegirse a sí mismos.
Esta es una necesidad vital básica, una de las más importantes. Para un niño es cien veces más importante que le prestes atención y sienta que por un momento él es lo más importante que hay, que obedecer a algo.
Sin embargo, esta necesidad suele subestimarse o denigrarse. “Sí, bueno… lo hace sólo para llamar la atención”
Un niño que desobedece o rompe una norma para llamar la atención, está demandando más disponibilidad del adulto, o de su principal figura de apego.
O una disponibilidad distinta…
Los niños no tienen tanta capacidad de expresión y comunicación como los adultos. Hacen lo que pueden para expresar algo, y no siempre con la palabra.
Para que lo entiendas, es parecido a la típica pareja en la que uno hace una cosa sabiendo que al otro no le gusta, se inicia una discusión, pero por debajo hay otra razón más importante que ha generado el malestar principal. La cual no se comenta.
También demuestra que los problemas de comunicación no son exclusivos de los niños.
Cuando un niño desobedece en un ámbito concreto (o no) puede ser que esté reclamando atención sobre una situación específica, un malestar o un tema que no está sabiendo expresar. Puede que sea un enfado contra el adulto.
El ser humano transgrede normas para conseguir lo que quiere. Que se lo digan a todo aquel que se haya llevado algo de una tienda sin pagarlo.
O más común, descargando o instalando alguna aplicación pirata.
Si los niños desean algo mucho mucho mucho, y no ven otra forma de conseguirlo, pueden llegar a desobedecer alguna norma para conseguirlo.
Ese tipo de deseos, pueden tener que ver con las necesidades vitales de las que te hablaba arriba.
El impulso social en el ser humano es muy potente. Se han hecho muchos estudios sobre el tema y está demostradísimo.
Un niño puede llegar a desobedecer o romper normas sólo para seguir estando en su grupo de amigos, o para sentirse aceptado.
Tendemos a pensar que las actividades de los niños no son tan importantes como las de los adultos, y se pueden interrumpir cuando queramos y como queramos.
Sin embargo, para un niño ciertos juegos o ciertas actividades son tan importantes como tu trabajo.
Son actividades, además, que se traducen en procesos profundos de desarrollo y de aprendizaje, estructuras mentales que se crean y se asientan.
Sobre todo el juego libre.
Pero nos parece lo suficientemente banal como para interrumpirlo con un grito desde lejos para que nos obedezca.
Es probable que no pueda parar porque está ocupado en un proceso intenso, y su mente necesita algo más de tiempo para dejar esa tarea y ponerse con otra.
Además, interrumpir este tipo de procesos de forma brusca puede generar mucho malestar.
Los niños, a partir de cierta edad, empiezan a entender los principios de ciertos valores. Uno de ellos es la justicia.
Y pueden aplicarlo a su vida, tanto en las relaciones con otros niños, como con otros adultos.
Si una petición no le parece justa, o entra en conflicto con algún otro valor que para él está siendo importante, puede que la desobedezca.
Todos conocemos de sobra lo que cuesta el hábito de ir al gimnasio, o de renunciar a una comida fantástica si estamos a dieta.
Tanto cuesta, que lo aplazamos, o dejamos de cumplirlo.
Si no estamos preparados, o no sabemos cómo abordar algo complicado, lo dejamos. O nos forzamos y nos castigamos.
A los niños les pasa lo mismo.
Hay más razones, pero se me quedaría la lista demasiado larga y es fácil encontrarlas si uno se mira a sí mismo como adulto y se pregunta “¿en qué he desobedecido yo en mi vida y por qué?”
Todos hemos desobedecido en algún momento de nuestra vida. Unos más y otros menos. Tanto de niños como de adultos. Todos hemos aprendido a ser libres conociendo los límites.
Y estoy segura de que no quieres que tus hijos crezcan obedeciendo ciegamente todo lo que se les dice, porque se convertirían en adultos de rebaño.
También quieres que ellos sean libres, y que sepan pensar fuera de la caja.
Y por libres, no me refiero a que puedan hacer todo lo que quieran. Todos tenemos límites naturales (no puedo atravesar una pared o matar a alguien). La libertad está en poder elegir dentro de nuestras posibilidades, con criterio y sabiduría.
Porque estarás empatizando.
Y de esta forma, con tu ejemplo, tu hijo aprende a empatizar.
No olvides olvidar por completo todos los consejos que te doy en este artículo si tus hijos demandan otro tipo de camino.
Escúchate y escúchalos, siempre, a ellos antes que a mí o a cualquiera.
Un besazo enorme
/Rocío
Mi conocimiento, mi maternidad, mi intimidad, mis ideas, mis reflexiones, mi trabajo… Todo te lo cuento aquí, regularmente, en mis emails.
En ellos comparto lo que no comparto en ningún otro sitio. Son para muchas madres que ya los reciben gratis…
Y pueden ser para ti, si tú quieres.